La orquesta estaba compuesta por más de cincuenta músicos vestidos con esmoquin y vestido de noche. El director de orquesta, el Ingeniero Martín Domínguez, subió al escenario y saludó al público antes de comenzar el concierto.
El primer movimiento de la obra era una sinfonía de Beethoven, conocida por su energía y poder. Los violines comenzaron a tocar suavemente antes de que la orquesta entera se sumara al ritmo cada vez más rápido. Los músicos se movían con gracia y precisión, cada uno acompañando al otro con habilidad.
En el segundo movimiento, un solista de violoncelo interpretó una pieza emotiva, con el acompañamiento de la orquesta. El solista, una mujer joven con un vestido rojo, tocaba con tanta pasión que algunos espectadores lloraron al escuchar su interpretación.
El tercer movimiento fue una pieza alegre y animada, que hizo que el público se levantara de sus asientos para bailar. El director de orquesta, que había estado dirigiendo con energía, se unió a la celebración, moviendo su batuta al ritmo de la música.
El concierto finalizó con una ovación del público, y los músicos salieron al escenario varias veces para saludar y tomar una última reverencia. Fue una noche inolvidable de gran música en vivo, con una orquesta en plena sintonía.